martes, 15 de enero de 2008

LA NADA



El monarca iba a celebrar una fastuosa fiesta. El banquete se ofreceria en una de las cámaras más suntuosas del palacio. En la descomunal mesa todo se había dispuesto de modo tal que cada invitado se sentara a ella según su rango. No habia llegado todavía el monarca cuando apareció un ermitaño muy mal vestido y al que todos los invitados consideraron un pordiosero. El ermitaño, sin ningún tipo de vacilación, se acomodó directamente en el puesto más relevante. Encolerizado por tan insólito comportamiento, el primer ministro se le encaró preguntándole con sequedad:
--¿Acaso eres tú un visir?
--Mi rango es superior al de un visir--aseveró el ermitaño.
--Eres pues un primer ministro?--volvió a interrogar el alto personaje.
--Mi rango es superior al del primer ministro--fue la respuesta que obtuvo.
Cada vez más enfurecido y asombrado, el primer ministro le gritó:
--¡Sólo te falta decir que eres el mismisimo rey!
--Mi rango es superior al del rey--replicó impasible el otro.
Fuera de sí, el primer ministro dijo:
--¿Quieres hacernos creer que eres Dios?
--Mi rango es superior al de Dios--oyó decir al pordiosero.
--¡Nada es superior a Dios!--aulló el primer ministro, con los ojos inyectados en sangre y el rostro demudado.
Y con gran equilibrio y sosiego, el ermitaño concluyó: Ahora has acertado. "Yo soy esa nada".



Extraido de:
"El libro de la felicidad"de: Ramiro A. Calle

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