El pensamiento nos proporciona un estado paradójico de existencia. Por un lado cuando pensamos, lo hacemos sobre temas pasados que ya dejaron de existir (aunque sea solo hace unos segundos, y que además guardamos en la memoria, quedando demostrado que gran parte de ella no recuerda la realidad tal como fue, sino tal como nosotros creemos que sucedió con las distorsiones generadas por nuestros condicionamientos) o preocupándonos o fantaseando sobre acontecimientos futuros, que como aún no han acontecido, evidentemente no tienen existencia real. Por otro lado cuando estamos plenamente conscientes del momento presente, vivenciando y experimentando el aquí-ahora con nuestros sentidos, escuchando nuestra respiración, sintiendo la brisa fresca en nuestra cara u oyendo con gran atención una pieza musical nueva, en esos momentos de plena percepción del acto de existir, resulta que la mente deja de pensar, solo está el testigo, el observador sin pensamiento.
Luego la frase "Pienso, luego existo" debería decir "Percibo mi existencia cuando no pienso"
sábado, 22 de mayo de 2010
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