miércoles, 26 de mayo de 2010
URGENTE
Para ti, que siempre vives la vida a un ritmo vertiginoso, quiero recordarte que lo más importante que tienes en la vida, eres tú y todos los que te rodean, y recuerda que...
Urgente, es una palabra con la que vivimos día a día, en nuestra agitada vida, y a la cual, le hemos perdido ya todo significado de premura y prioridad.
Urgente, es la manera más pobre de vivir en este mundo, porque sabes, el día que nos vamos, dejamos pendiente las cosas, que verdaderamente fueron urgentes.
Urgente, es que hagas un alto en tu ajetreada vida, y te preguntes: Qué significado tiene todo esto que yo hago? Urgente, es que seas más amigo, más humano, más hermano. .
Urgente, es que sepas valorar el tiempo que te pide un niño, una niña. Urgente, es que cada mañana, cuando veas salir el sol, te impregnes de su calor, y le des gracias al Señor, por tan maravilloso regalo.
Urgente, es que mires a tu familia, a tus hijos, a tu esposa, y a todos los que te rodean, y valores ese tan maravilloso tesoro. Urgente, es que le digas a las personas que quieres, hoy, no mañana, cuánto los quieres!.
Urgente, es que te sepas hijo de Dios, y te des cuenta que él, te ama, y quiere verte sonreír feliz y lleno de vida.
Urgente, es que no se te vaya la vida en un soplo y que cuando mires atrás, seas ya un anciano que no puede echar tiempo atrás, que todo lo hizo urgente ...
... que fue un gran empresario, un gran artista, un gran profesional, que llenó su agenda de urgencias, citas, proyectos, pero dentro de todo, lo más importante, se te olvidó.... VIVIR
Urgente de FACUNDO CABRAL
sábado, 22 de mayo de 2010
REFLEXIÓN SOBRE EL PENSAMIENTO Y LA EXISTENCIA
El pensamiento nos proporciona un estado paradójico de existencia. Por un lado cuando pensamos, lo hacemos sobre temas pasados que ya dejaron de existir (aunque sea solo hace unos segundos, y que además guardamos en la memoria, quedando demostrado que gran parte de ella no recuerda la realidad tal como fue, sino tal como nosotros creemos que sucedió con las distorsiones generadas por nuestros condicionamientos) o preocupándonos o fantaseando sobre acontecimientos futuros, que como aún no han acontecido, evidentemente no tienen existencia real. Por otro lado cuando estamos plenamente conscientes del momento presente, vivenciando y experimentando el aquí-ahora con nuestros sentidos, escuchando nuestra respiración, sintiendo la brisa fresca en nuestra cara u oyendo con gran atención una pieza musical nueva, en esos momentos de plena percepción del acto de existir, resulta que la mente deja de pensar, solo está el testigo, el observador sin pensamiento.
Luego la frase "Pienso, luego existo" debería decir "Percibo mi existencia cuando no pienso"
Luego la frase "Pienso, luego existo" debería decir "Percibo mi existencia cuando no pienso"
jueves, 13 de mayo de 2010
TU VERDADERO VALOR
Hay una vieja historia de un joven que acudió a un sabio en busca de ayuda:
‑ Vengo, maestro, porque me siento tan poca cosa que no tengo ganas de hacer nada. Me dicen que no sirvo, que no hago nada bien, que soy torpe y bastante tonto. ¿Cómo puedo mejorar?¿Qué puedo hacer para que me valoren más?
El maestro, sin mirarlo, le dijo: “Cuánto lo siento, muchacho. No puedo ayudarte, ya que debo resolver primero mi propio problema. Quizá después...”. Y haciendo una pausa agregó: “Si quisieras ayudarme tú a mí, yo podría resolver este tema con más rapidez y después tal vez te pueda ayudar”
- E... encantado, maestro – titubeó el joven, sintiendo que de nuevo era desvalorizado y sus necesidades postergadas.
- Bien – continuó el maestro. Se quitó un anillo que llevaba en el dedo meñique de la mano izquierda y, dándoselo al muchacho, añadió ‑: Toma el caballo que está ahí fuera y cabalga hasta el mercado. Debo vender este anillo porque tengo que pagar una deuda. Es necesario que obtengas por él la mayor suma posible, y no aceptes menos de una moneda de oro. Vete y regresa con esa moneda lo más rápido que puedas.
El joven tomó el anillo y partió. Apenas llegó al mercado, empezó a ofrecer el anillo a los mercaderes, que lo miraban con algo de interés hasta que el joven decía lo que pedía por él.
Cuando el muchacho mencionaba la moneda de oro, algunos reían, otros le giraban la cara y tan sólo un anciano fue lo bastante amable como para tomarse la molestia de explicarle que una moneda de oro era demasiado valiosa como para entregarla a cambio de un anillo. Con afán de ayudar, alguien le ofreció una moneda de plata y un recipiente de cobre, pero el joven tenía instrucciones de no aceptar menos de una moneda de oro y rechazó la oferta.Después de ofrecer la joya a todas las personas que se cruzaron con él en el mercado, que fueron más de cien, y abatido por su fracaso, montó en su caballo y regresó.Cuánto hubiera deseado el joven tener una moneda de oro para entregársela al maestro y liberarlo de su preocupación, para poder recibir al fin su consejo y ayuda.Entró en la habitación.
- Maestro – dijo ‑, lo siento. No es posible conseguir lo que me pides. Quizás hubiera podido conseguir dos o tres monedas de plata, pero no creo que yo pueda engañar a nadie respecto del verdadero valor del anillo.
- Eso, que has dicho es muy importante, joven amigo – contestó sonriente el maestro ‑. Debemos conocer primero el verdadero valor del anillo. Vuelve a montar tu caballo y ve a ver al joyero. ¿Quién mejor que él puede saberlo? Dile que desearías vender el anillo y pregúntale cuánto te da por él. Pero no importa lo que te ofrezca: no se lo vendas. Vuelve aquí con mi anillo.
El joven volvió a cabalgar.
El joyero examinó el anillo a la luz de un candil, lo miró con su lupa, lo pesó y luego le dijo al chico:- Dile al maestro, muchacho, que si lo quiere vender ya mismo, no puedo darle más que cincuenta y ocho monedas de oro por su anillo.- ¿Cincuenta y ocho monedas? ‑ exclamó el joven.- Sí – replicó el joyero‑. Yo sé que con tiempo podríamos obtener por él cerca de setenta monedas, pero si la venta es urgente...
El joven corrió emocionado a casa del maestro a contarle lo sucedido-
- Siéntate – dijo el maestro después de escucharlo ‑. Tú eres como ese anillo: una joya, valiosa y única. Y como tal, sólo puede evaluarte un verdadero experto. ¿Por qué vas por la vida pretendiendo que cualquiera descubra tu verdadero valor?
Y, diciendo esto, volvió a ponerse el anillo en el dedo meñique de su mano izquierda.
“El valor de nuestras vidas no se establece por lo que hacemos ni por a quien conocemos sino por los que SOMOS.”
‑ Vengo, maestro, porque me siento tan poca cosa que no tengo ganas de hacer nada. Me dicen que no sirvo, que no hago nada bien, que soy torpe y bastante tonto. ¿Cómo puedo mejorar?¿Qué puedo hacer para que me valoren más?
El maestro, sin mirarlo, le dijo: “Cuánto lo siento, muchacho. No puedo ayudarte, ya que debo resolver primero mi propio problema. Quizá después...”. Y haciendo una pausa agregó: “Si quisieras ayudarme tú a mí, yo podría resolver este tema con más rapidez y después tal vez te pueda ayudar”
- E... encantado, maestro – titubeó el joven, sintiendo que de nuevo era desvalorizado y sus necesidades postergadas.
- Bien – continuó el maestro. Se quitó un anillo que llevaba en el dedo meñique de la mano izquierda y, dándoselo al muchacho, añadió ‑: Toma el caballo que está ahí fuera y cabalga hasta el mercado. Debo vender este anillo porque tengo que pagar una deuda. Es necesario que obtengas por él la mayor suma posible, y no aceptes menos de una moneda de oro. Vete y regresa con esa moneda lo más rápido que puedas.
El joven tomó el anillo y partió. Apenas llegó al mercado, empezó a ofrecer el anillo a los mercaderes, que lo miraban con algo de interés hasta que el joven decía lo que pedía por él.
Cuando el muchacho mencionaba la moneda de oro, algunos reían, otros le giraban la cara y tan sólo un anciano fue lo bastante amable como para tomarse la molestia de explicarle que una moneda de oro era demasiado valiosa como para entregarla a cambio de un anillo. Con afán de ayudar, alguien le ofreció una moneda de plata y un recipiente de cobre, pero el joven tenía instrucciones de no aceptar menos de una moneda de oro y rechazó la oferta.Después de ofrecer la joya a todas las personas que se cruzaron con él en el mercado, que fueron más de cien, y abatido por su fracaso, montó en su caballo y regresó.Cuánto hubiera deseado el joven tener una moneda de oro para entregársela al maestro y liberarlo de su preocupación, para poder recibir al fin su consejo y ayuda.Entró en la habitación.
- Maestro – dijo ‑, lo siento. No es posible conseguir lo que me pides. Quizás hubiera podido conseguir dos o tres monedas de plata, pero no creo que yo pueda engañar a nadie respecto del verdadero valor del anillo.
- Eso, que has dicho es muy importante, joven amigo – contestó sonriente el maestro ‑. Debemos conocer primero el verdadero valor del anillo. Vuelve a montar tu caballo y ve a ver al joyero. ¿Quién mejor que él puede saberlo? Dile que desearías vender el anillo y pregúntale cuánto te da por él. Pero no importa lo que te ofrezca: no se lo vendas. Vuelve aquí con mi anillo.
El joven volvió a cabalgar.
El joyero examinó el anillo a la luz de un candil, lo miró con su lupa, lo pesó y luego le dijo al chico:- Dile al maestro, muchacho, que si lo quiere vender ya mismo, no puedo darle más que cincuenta y ocho monedas de oro por su anillo.- ¿Cincuenta y ocho monedas? ‑ exclamó el joven.- Sí – replicó el joyero‑. Yo sé que con tiempo podríamos obtener por él cerca de setenta monedas, pero si la venta es urgente...
El joven corrió emocionado a casa del maestro a contarle lo sucedido-
- Siéntate – dijo el maestro después de escucharlo ‑. Tú eres como ese anillo: una joya, valiosa y única. Y como tal, sólo puede evaluarte un verdadero experto. ¿Por qué vas por la vida pretendiendo que cualquiera descubra tu verdadero valor?
Y, diciendo esto, volvió a ponerse el anillo en el dedo meñique de su mano izquierda.
“El valor de nuestras vidas no se establece por lo que hacemos ni por a quien conocemos sino por los que SOMOS.”
Suscribirse a:
Entradas (Atom)