Lo que “es” está en movimiento trasformándose constantemente
Existe un arte de escuchar. Para escuchar de veras, habría que abandonar o rechazar todos los prejuicios, concepciones previas y formas cotidianas de vivir. Cuando os halláis en un estado mental receptivo, las cosas pueden comprenderse con facilidad; cuando vuestra verdadera atención está puesta en algo escucháis. Pero desgraciadamente, la mayoría de nosotros escucha a través de un filtro de resistencia.
Todo lo filtramos a través de nuestros prejuicios religiosos o espirituales, psicológicos o científicos; así como de nuestros cotidianos deseos, preocupaciones y temores. Todo lo escuchamos a través del filtro. De ahí que en realidad sólo escuchemos nuestro propio ruido, nuestro propio sonido, no lo que se dice. Es en extremo difícil rechazar nuestra educación, nuestros prejuicios, nuestras inclinaciones, nuestra resistencia, e ir más allá de la expresión verbal, escuchar de modo tal que comprendamos al instante. Esta va a ser una de nuestras dificultades.
Si durante esta disertación algo de lo que se dice resulta opuesto a vuestro modo de pensar y a vuestra creencia, escuchad; nada más; no resistáis. Podréis tener razón, y yo podré estar equivocado; pero escuchando y considerando esto juntos, vamos a descubrir qué es la verdad. La verdad no puede dárosla nadie. Tenéis que descubrirla; y para descubrir es preciso que haya un estado mental en el que exista la percepción directa. No hay percepción directa cuando hay una resistencia, una defensa, una protección. La comprensión llega dándose uno cuenta de lo que es. Saber exactamente lo que es, lo real, lo efectivo, sin interpretarlo, sin condenarlo ni justificarlo, es, sin duda, el comienzo de la sabiduría. Cuando empezamos a interpretar, a traducir según nuestro condicionamiento, según nuestros prejuicios, pasamos por alto la verdad. Al fin y al cabo, es como la investigación. Saber lo que una cosa es, lo que ella es exactamente, requiere investigación; no podéis interpretarla según vuestros estados de ánimo. De un modo análogo, si podemos mirar, observar, escuchar, darnos cuenta de lo que es, exactamente, entonces el problema está resuelto. Y eso es lo que procuramos hacer en todas estas disertaciones. Voy a señalaros lo que es, y no a interpretarlo caprichosamente; y tampoco vosotros deberíais interpretarlo según vuestro pasado o vuestra educación.
¿No es posible, entonces, darse cuenta de las cosas tal como son? A partir de ahí, ciertamente, puede haber comprensión. Reconocer, darse cuenta, descubrir lo que es, pone fin a la lucha. Si yo sé que soy mentiroso, ése es un hecho que reconozco y la lucha ha terminado. Reconocer, darse cuenta de lo que uno es, representa ya el comienzo de la sabiduría, el comienzo de la comprensión que os libera del tiempo. Introducir el factor tiempo -no el tiempo en un sentido cronológico sino como medio, como proceso psicológico de la mente- es destructivo y crea confusión.
Podemos, pues, tener comprensión de lo que es, cuando lo reconocemos sin condensación, sin justificación, sin identificación. Saber que uno se halla en cierta condición, en cierto estado, es de por sí un proceso de liberación; pero un hombre que no se da cuenta de su condición, de su lucha, trata de ser diferente de lo que es, lo cual produce hábito. Tengamos presente, entonces, que deseamos examinar lo que es, observar y captar exactamente que es lo existente, sin tendencia alguna, sin darle una interpretación. Se necesita una mente en extremo sagaz, un corazón extraordinariamente flexible, para darse cuenta de lo que es y seguirlo; porque lo que es está en movimiento constantemente, está transformándose constantemente; y si la mente está amarrada a la creencia, al saber, deja de seguir el veloz movimiento de lo que es. Lo que es no es estático, se mueve constantemente, como veréis si lo observáis muy de cerca. Y para seguirlo necesitáis una mente activa y un corazón flexible, algo imposible cuando la mente es estática, cuando está fija en una creencia, en un prejuicio, en una identificación; y una mente y un corazón secos no pueden seguir fácil y velozmente a aquello que es.
Existe un arte de escuchar. Para escuchar de veras, habría que abandonar o rechazar todos los prejuicios, concepciones previas y formas cotidianas de vivir. Cuando os halláis en un estado mental receptivo, las cosas pueden comprenderse con facilidad; cuando vuestra verdadera atención está puesta en algo escucháis. Pero desgraciadamente, la mayoría de nosotros escucha a través de un filtro de resistencia.
Todo lo filtramos a través de nuestros prejuicios religiosos o espirituales, psicológicos o científicos; así como de nuestros cotidianos deseos, preocupaciones y temores. Todo lo escuchamos a través del filtro. De ahí que en realidad sólo escuchemos nuestro propio ruido, nuestro propio sonido, no lo que se dice. Es en extremo difícil rechazar nuestra educación, nuestros prejuicios, nuestras inclinaciones, nuestra resistencia, e ir más allá de la expresión verbal, escuchar de modo tal que comprendamos al instante. Esta va a ser una de nuestras dificultades.
Si durante esta disertación algo de lo que se dice resulta opuesto a vuestro modo de pensar y a vuestra creencia, escuchad; nada más; no resistáis. Podréis tener razón, y yo podré estar equivocado; pero escuchando y considerando esto juntos, vamos a descubrir qué es la verdad. La verdad no puede dárosla nadie. Tenéis que descubrirla; y para descubrir es preciso que haya un estado mental en el que exista la percepción directa. No hay percepción directa cuando hay una resistencia, una defensa, una protección. La comprensión llega dándose uno cuenta de lo que es. Saber exactamente lo que es, lo real, lo efectivo, sin interpretarlo, sin condenarlo ni justificarlo, es, sin duda, el comienzo de la sabiduría. Cuando empezamos a interpretar, a traducir según nuestro condicionamiento, según nuestros prejuicios, pasamos por alto la verdad. Al fin y al cabo, es como la investigación. Saber lo que una cosa es, lo que ella es exactamente, requiere investigación; no podéis interpretarla según vuestros estados de ánimo. De un modo análogo, si podemos mirar, observar, escuchar, darnos cuenta de lo que es, exactamente, entonces el problema está resuelto. Y eso es lo que procuramos hacer en todas estas disertaciones. Voy a señalaros lo que es, y no a interpretarlo caprichosamente; y tampoco vosotros deberíais interpretarlo según vuestro pasado o vuestra educación.
¿No es posible, entonces, darse cuenta de las cosas tal como son? A partir de ahí, ciertamente, puede haber comprensión. Reconocer, darse cuenta, descubrir lo que es, pone fin a la lucha. Si yo sé que soy mentiroso, ése es un hecho que reconozco y la lucha ha terminado. Reconocer, darse cuenta de lo que uno es, representa ya el comienzo de la sabiduría, el comienzo de la comprensión que os libera del tiempo. Introducir el factor tiempo -no el tiempo en un sentido cronológico sino como medio, como proceso psicológico de la mente- es destructivo y crea confusión.
Podemos, pues, tener comprensión de lo que es, cuando lo reconocemos sin condensación, sin justificación, sin identificación. Saber que uno se halla en cierta condición, en cierto estado, es de por sí un proceso de liberación; pero un hombre que no se da cuenta de su condición, de su lucha, trata de ser diferente de lo que es, lo cual produce hábito. Tengamos presente, entonces, que deseamos examinar lo que es, observar y captar exactamente que es lo existente, sin tendencia alguna, sin darle una interpretación. Se necesita una mente en extremo sagaz, un corazón extraordinariamente flexible, para darse cuenta de lo que es y seguirlo; porque lo que es está en movimiento constantemente, está transformándose constantemente; y si la mente está amarrada a la creencia, al saber, deja de seguir el veloz movimiento de lo que es. Lo que es no es estático, se mueve constantemente, como veréis si lo observáis muy de cerca. Y para seguirlo necesitáis una mente activa y un corazón flexible, algo imposible cuando la mente es estática, cuando está fija en una creencia, en un prejuicio, en una identificación; y una mente y un corazón secos no pueden seguir fácil y velozmente a aquello que es.
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